miércoles, 1 de abril de 2009

Para convivir en paz

En el presente hay dos clases de gente:
1. Los que saben y por lo tanto ejercen el Poder de imponer las normas.
2. Los que no saben y por lo tanto son sus siervos. Esta dicotomía se manifiesta de innumerables formas y bajo inusitadas apariencias y disimulos.
Básicamente todos somos 'humanos', o sea, todos podemos alcanzar el conocimiento si nos interesamos en ello y entonces "ser libres", pero no siempre nos interesamos en ello, y si lo hacemos, los otros van a idear infinidad de estrategias para disuadirnos. Hoy en día las estrategias dañinas han llegado a ser luminosas y cantarinas.
Debajo de esta realidad subyacen intereses inconfesables de robo y sometimiento; de beneficiarse con la vida del otro, las energías del otro, el cuerpo y el alma del otro.
Esto no fue siempre así; es así desde que este continente fue colonizado por los extranjeros a quiénes, de hecho, no les interesamos.
Cuando este continente era autónomo y se regía por sus propias reglas todos los pueblos estaban confederados. El lugar convocante en Sudamérica era Tiwanaku. Una Confederación es una organización del conocimiento, sin intereses de predominio, cuyo objetivo es esencialmente diseñar un sistema de producción sin daño, de distribución equilibrada, de intercambio justo y armónico.
Si todos hacen su parte, en el trabajo, en la participación y en el respeto es posible la convivencia a nivel humano, a nivel de nuestras potencialidades físicas y mentales.
Para ello se respetan y alientan el desarrollo de las tradiciones y culturas de los diferentes pueblos, con el objetivo de conseguir la pertinencia.
La armonía y la fraternidad no se logran por generación espontánea, porque por su naturaleza animal e instintiva el humano es un mamífero depredador. Se hace "humano", se hace "persona", a fuerza de voluntad, educación y guía adecuada.

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